dilluns, 14 de juny del 2010

Más que dos carretas


Habrá mucha gente que lo dude, no es extraño, pero Teruel sí existe porque yo estuve en Teruel este fin de semana. Teruel no es gran cosa, pero está allí desde hace mucho tiempo. Teruel, sinceramente, es una puta mierda castellana pero es lo que había. Y es que a veces para sobar dos buenas tetas tiene uno que irse a Teruel y volver. Teruel es famosa, entre otras cosas me supongo, por los amantes. Allí se quedaron, el par de ellos, de piedra. No me extraña, en Teruel pegas una patada y aparece un puto convento. Es un más que triste pueblo, perdido en la nada, en el cual sus habitantes deben dedicarse a limpiar piedras según pude observar porque dinero negro no creo que haya.

La Montse, aparte de la abuela enferma y dos muy buenas tetas que sobar, tiene una prima segunda o tercera que acabó casándose y viviendo en Teruel con un aragonés de toda la vida alcohólico que el día que no le roba es porque le pega o viceversa, que se llama Arturo y es de un pueblo de Huesca y parece de cartón piedra. El Arturo no pesa sesenta kilos pero las tetas de la prima segunda o tercera de la Montse bien valen el riesgo de un delirium tremens en Teruel y ella es una chiquilla de veinticinco. Sabe mucho el Arturo. Cuando el Arturo se sobrepasa, y por consiguiente le soba las tetas a la prima segunda o tercera de la Montse sin el consentimiento de aquélla, la Montse, transcurridos unos días de riguroso silencio, va y me lo cuenta. Cuando la Montse me cuenta estas cosas lo hace muy triste y apenada, poniéndome su verdadera cara de Clara Eugenia, y me entran más ganas que nunca de sobarla para que se le pase. Pero lo único que pasa, la mitad de las veces, es que ella me pone la polla dura pero enseguida acaba volviendo a introducirse tras la barra con esa sonrisa que le sale porque sé cómo animarla.

Pues bien, este viernes no sólo tuve que escuchar el repertorio de la Montse con las últimas tragedias masoquistas de su prima segunda o tercera con el Arturo sino que me ví en la situación de poder ser el puto salvador de la agonía contínua de su muy buena prima segunda o tercera de veinticinco. Entendía que siendo yo el único puto salvador entre toda esa prole de guacamayos me ganaba directamente la posibilidad de obtener posibles y buenas recompensas. Yo ya había visto al Arturo en fotos porque en la cafetería de la Montse he visto más fotos que tetas, la tarea era muy simple. La Montse me puso los ojos de la recompensa de antes durante o después. No lo dejaba claro, y para ello debía acompañarla a Teruel. Y yo con la polla bien dura bajo los pantalones no pude negarme. Acepté y esa misma tarde de viernes nos pusimos en camino porque el dueño de la cafetería donde trabaja la Montse sabe reconocer de inmediato que ésta posee dos muy buenas razones para merecerse una tarde libre.

La Montse me pidió por favor que redujera la velocidad de mi descapotable justo unos minutos después de yo haberme notado la Incomodidad de otras veces. Esta Incomodidad es con mayúscula porque, aparte de lo incómoda, me es sumamente irritante. Es adentrarme en la provincia de Lleida rumbo sur y comenzar la Incomodidad con sus distintas y variadas extrañezas propias y ajenas. El simple hecho de no conseguir nada expresándome en catalán ya sea en Teruel, Roquetas de Mar o en Chiclana, em molesta enormement. La Montse enseguida volvió a decirme que iba muy rápido, pero esta vez no se refería a la misma velocidad, esta vez lo dijo porque decidí por mi cuenta el acompañar, sutilmente, una mano sobre su pierna izquierda junto con mis ánimos de palabra.

Nada más llegar la Montse me indicó que aparcara en la misma plaza. Hizo las presentaciones y me di cuenta que su prima segunda o tercera está aún más buena en persona de lo que prometían las fotos que me enseña la Montse. Mientras ellas, ambas, hablaban y se abrazaban agradeciéndose todo lo que tenían que agradecerse yo me encontraba pensando que, de tener que elegir, no sabría bien con qué par de tetas pasar la noche. Si las de la una, tremendas, o las de la otra, próximas y familiares. Si se tratase de pasar sólo un rato elegiría sin dudar a la prima segunda o tercera de veinticinco, sí,  porque por edad seguramente cabalgará sobre mi rabo con más brío. Me hallaba inmerso en estos pensamientos cuando la Incomodidad se hizo cursiva al escuchar claramente cómo la prima segunda o tercera explicaba que el Arturo había cambiado de trabajo, que justamente había comenzado a repartir productos lácteos el martes, y que para desempeñar dicho trabajo había noches que pernoctaba fuera de Teruel por lo que teníamos tiempo para cenar en su casa tranquilamente y después regresar los tres a Barcelona de madrugada o durante la mañana del sábado. A la Montse la idea pareció gustarle mucho y aunque le lancé una mirada de siete cuchillos no pareció inmutarse.

Cuando regresamos al interior del descapotable la prima segunda o tercera de la Montse me masajeó divertida la cabeza, desde su posición en la parte trasera del coche, alabando el vehículo en el que iba montada. Fue entonces cuando pensé que no era tan mala idea pasar la noche con semejantes jamonas aunque ello aconteciese fuera de Catalunya. Cuando no era la una era la otra la que me mantenía alerta, agasajándome con gracias y con buenas intenciones al volante. Yo me las imaginaba abiertas de piernas sobre el capó. La Montse hizo saber a su prima que yo era muy buen amigo y muy confiable, que podía estar tranquila y podía contar conmigo. Mi intención no era otra que la de clavarle el rabo a la que más ganas tuviera del mismo, sin peleas ni discusiones, tan sólo atendiendo al orden establecido de primero boca y después culo. Yo asentía y sonreíamos los tres con los ojos encendidos.

Estando ya en la casa que la prima segunda o tercera de la Montse compartía conyugalmente hasta entonces con el Arturo, el hecho de verme aparecer en gayumbos bajo el marco de la puerta tras darme una ducha, porque yo con Incomodidad necesito limpiarme por dentro y por fuera, no pareció sorprender a ninguna de las dos. Resulté yo más sorprendido, sobre todo al observar su cocina de gas butano ya que me pensaba que estas cocinas habían desaparecido del mapa tras la guerra civil espanyola. He de decir que tanto la Montse como la prima me trataron en todo momento a cuerpo de rey, aunque sin optar en ningún momento por desnudarme o compartir la cama conmigo. La próxima vez que me encuentre con ellas fuera de la cafetería con alarma de securitas direct, una de las dos no va a salir viva del encuentro. Es una forma de hablar porque no tengo intención de matarlas, tengo una idea mucho mejor. Seguramente a ellas les gustará mi idea y les gustará mucho, sobre todo a la prima segunda o tercera de la Montse porque está comprobado que le va el rollo masoquista. La próxima vez llevaré encima las esposas que me dio el Jordi.