dijous, 3 de juny del 2010

L´ ou com balla


El día de Corpus Christi la mama se viste siempre como si fuera domingo aunque la fiesta esa caiga siempre el siguiente jueves al octavo domingo después del Domingo de Resurrección aquel.

La mama tiene controlado el día exacto, no se le escapa nunca, gracias a una hoja de Excel que contiene la fórmula que le suma sesenta días, uno, dos, tres, cuatro así hasta llegar a sesenta, al puto Domingo de Resurrección en la que el tipo aquel se desperezó como si nada y salió de la cueva aquella vestido con una túnica, creo que era, donde parte de sus discípulos habían ocultado su cuerpo solemne y sagrado tras haberla diñado. Me figuro que querrían aprovechar sus restos para poder seguir viviendo del cuento en un futuro, es lo que tiene el marketing, que siempre se levanta, camina y va un par de pasos por delante de todos.

A la mama le gusta que le lleve a la parroquia de la Purísima Concepció, que está en el carrer d´Aragó, para ver in situ la tradición plenament catalana de l´ou com balla.

L´ou com balla se celebra desde que Cristo perdió la virginidad y consiste en hacer bailar un huevo sobre el chorro de los surtidores que tienen las fuentes situadas en el interior de claustros, patios o jardines de las parroquias de Barcelona. Fíjate tú qué cosa. Yo no sé si el huevo está cocido, está crudo o sencillamente está vacío, pero la cuestión es que el cabronazo salta de un lado a otro sin caerse nunca.

Una vez de crío la mama me lo contó, creo que me dijo que el huevo estaba vacío como mi sesera, pero ya no estoy muy seguro; y la verdad es que paso de volvérselo a preguntar porque entonces la mama se acordará de que ya me lo contó una vez y me meterá con el puto bolso en toda la cabeza.

El puto huevo este se pasa el día bailando sobre los chorros de agua y no se cae el cabrón, es alucinante de lo chorras que es.

Me acuerdo que de pequeño me gustaba mirarlo todo el rato muy fijamente haciendo fuerza con la mente para que el puto huevo se ladease hasta el extremo de quedar fuera de la zona donde apuntaban los chorros de agua. Me concentraba muchísimo sin desviar la mirada de la superficie blanca de l´ou, pero por más que lo miraba el malparit no se caía al suelo.

Ahora, de menos pequeño, me gusta más mirar los culos de las turistas francesas y suecas mientras estas contemplan el surtidor y le pegan fotos al dichoso huevo sin acabar de entender muy bien qué puta tradición es esa.