diumenge, 25 d’abril del 2010

A pendre pel cul


Siempre que el Barça palma en un partido importante me dan por el culo.

A mí me gusta mucho comprender todo eso de la relatividad de la cosas, ya he dicho que soy un tipo que se concentra mucho en lo que hace. Pero me temo que esta afirmación que hago más arriba no tiene relatividad alguna porque es cien por cien literal. Ya sé que todo en esta vida es relativo pero puedo afirmar que esta parte de mi vida, la de las petadas de culo tras sonoras derrotas del Barça, no lo es en absoluto.

Cuando palmamos en un partido importante o nos echan fuera de Europa siempre recurro a algún travelo para que me ate y disponga del oscuro agujero de mi culo como él quiera. Eso no me convierte en maricón, collons, porque yo odio a los mariquitas, me caen como el culo vamos, pero hay algo dentro de mí que me pide marcha cuando mi Barça palma, algo que me pide que me ponga de rodillas y sufra un poco, sería algo así como ir a Montserrat a ver a la verge en plan penitencia caminando de rodillas o con garbanzos crudos dentro de unas New Balance de dos tallas menores; y me figuro que como no creo en Dios ni en la moreneta pues una parte de mí se ha tenido que inventar ese castigo provocando que de vez en cuando, muy de vez en cuando, decida auto inmolarme y castigarme poniendo mi culito a merced de unas tías con rabo, la mayoría suramericanas y farloperas, que disfrutan hundiendo sus pollas mientras me dejan claro que yo soy su putita y que nunca dan besos con lengua.

Supongo que la primera vez que llevé a cabo esta penitencia o perversión o cómo collons la llame un puto psicólogo, una parte de mí decidió que tenía que ser ejecutada por un travelo porque precisamente este tipo de prostitución abunda por las noches en los alrededores de l´estadi donde el Barça, horas o días antes, la ha estado tocando y tocando y tocando, persistiendo en pos del gol y de la victoria final en lo que parece es, un largo viaje hacia el éxito eterno donde curiosamente, lo más importante no es llegar al destino final sino todo el trayecto que se va desgranando sobre los terrenos de juego, toda esa serie de etapas que encadenadas, recrean un viaje que genera admiración y aplausos allá donde el devenir de esta travesía transcurra.

La primera vez que pagué por follar fue con diecinueve años, un par de días después de cumplirlos, con las cinco mil pesetas metidas en el bolsillo de los tejanos viejos que la mama me había dado para que me comprase otros nuevos. Y me lo pasé tan bien con aquella fulana que la piel que recubría la punta de mi polla decidió tomarse unos días de reposo y no regresó hasta su posición primera hasta pasada una semana. Huelga decir que su pasárselo bien se convirtió para mí, en un dolor de tres pares de cojones porque aquello escocía como una mala cosa.

Así fue como descubrí que tenía una fimosis de caballo y que podía vivir con ella a cuestas siempre y cuando fuese yo el que se la pelase o bien, cuando follase , lo  llevara a cabo con excelso cuidado, cosa que por otro lado podría haber llegado a conseguir puesto que mi nivel de concentración siempre ha sido bastante alto y huelga decir de nuevo, que a la larga, suelo conseguir todos aquellos objetivos que me propongo. Pero fui con la mama a cal metge i em van treure de polleguera tots dos cagun la hostia puta, en especial el médico aquel, que no dejaba de insinuarme que con el tiempo y con ese tipo de fimosis, podía acabar pillando un cáncer en el capullo o cualquier otra infección bastante más común y no por ello menos dolorosa.

Una semana después ya estaba estirado en una camilla de la Clínica Teknon, la mama siempre ha pagado Mutua, con una plancha metálica debajo del culo para hacer masa, dos chavalillas (cirujana y enfermera) mirándome con una media sonrisa que pretendía desprender rol materno y confianza; y unos auriculares que me dieron conectados a una pequeña radio AM/FM, que me invitaron las dos a ponerme para que el sonido del bisturí eléctrico no me acojonase.

Recuerdo que cada vez que encendían ese chisme biiiiiiizzzz la única emisora que pillaba aquella puta radio dejaba de escucharse debido a las interferencias que provocaba el bisturí eléctrico. La emisora era de música clásica y creo recordar que sonaba el Réquiem de Beethoven. Recuerdo también que cada vez que me latía el corazón un chorro de algo me mojaba las pantorrillas. Recuerdo el olor a desinfectante que tenía la sábana verde pistacho que habían dispuesto frente a mi cabeza a modo de pantalla para que no pudiese contemplar el desarrollo de la operación. Recuerdo que esta no duró mucho, media hora a lo sumo y que me levanté de la camilla con absoluta normalidad, con toda mi polla envuelta en gasitas y un montón de puntos alrededor del capullo que no vi hasta pasadas unas semanas, cuando ya me quitaron todo aquello. Lo que no recuerdo es el dolor que me provocó la anestesia; dos certeros pinchazos, uno en la punta de la polla y el otro en la base de mis cojones, un dolor que me figuro fue tan pero que tan doloroso, que mi mente, preparada, entrenada y concentrada en intentar buscar siempre algo provechoso para mí, ha decidido borrar de mi disco duro cerebral.

Cuando pulso el botoncito rosa del interfono del piso de Isabel Rodrigues ya sé que su nabo de veinte centímetros va a hacer estragos en mi culo porque hace como más de un año que no me dejo meter nada. Y cuando escucho su aterciopelada voz de travesti brasileña farlopera invitándome a subir me cago en Dios por dentro, porque si no hubiese sido por el puto tercer gol de Milito en claro fuera de juego, ahora mismo yo estaría en cualquier otro sitio haciendo cualquier otra cosa. Y mientras subo por las escaleras me da por pensar que un 3–1 en contra es remontable a l´estadi; y que a lo mejor debería haberme esperado al partit de tornada porque la fe mueve montañas y la esperanza aquella es lo último que se pierde.

Pero bueno. Sonrío.

Hacer penitencia de vez en cuando nunca viene mal, te hace sentir mejor por dentro y luego, eso es remarcable, te pasas una semana yendo de lo más suelto y vulguis o no, eso el cuerpo te lo agradece.